La no acción

La verdadera quietud consiste en mantenerse quieto una vez llegado el momento de quedarse quieto, y en avanzar una vez llegado el momento de avanzar. De esta manera quietud y movimiento están en concordancia con los requerimientos del tiempo (…).

En nuestra cultura voluntarista “no acción” habitualmente significa desinterés, holgazanería, desidia, etc. El imaginario colectivo moderno no incluye la imagen del “no hacer”. Solo algunos se detienen en esta “carrera” llamada vida aunque su cuerpo y su alma lo demanden a gritos. Pocos son los que en el mundo occidental reconocen la necesidad de adentrarse en el seno de su alma  antes de tomar alguna decisión importante. Y ya casi nadie logra conectarse y respetar sus tiempos internos. Sin embargo, la “no acción” representa probablemente uno de los mayores aprendizajes para quien desea llevar una vida en contacto con su propia esencia espiritual. Pero ¿en qué consiste exactamente esta enseñanza?

En su libro “Psicosíntesis”, Piero Ferrucci cuenta una anécdota del compositor de ópera italiano Rossini. Dicen que  era tan perezoso como brillante. De las muchas anécdotas que circulan sobre su holgazanería, una lo presenta acostado en la cama por la mañana mientras componía una obertura. Estaba allí muy cómodo y hacía bastante frío para levantarse. Sin embargo, en ese momento se le cayeron al suelo unas cuantas hojas que estaba escribiendo y se esparcieron por toda la habitación, por lo que Rossini tenía que levantarse y recogerlas si quería seguir componiendo. Pero, ¡era un esfuerzo muy grande para él! Reacio a molestarse, Rossini empezó otra vez, y escribió una nueva obertura por completo, mucho más brillante y viva que la que se le había caído de las manos.

Dependiendo del punto de vista, podríamos suponer que Rossini era un haragán o bien un ser espontáneo y conectado con el fluir de su alma. En este sentido casi todo ser creativo advierte la necesidad de períodos de incubación, en los cuales la mente y el alma simplemente reposan como en un sueño, para luego poder despertar y producir o crear más lúcidamente. Existen incontables casos, incluso de científicos que han resuelto problemas de todo tipo al detener su mente y permitirle vagar por el universo del “no tiempo”.

La no acción en las diferentes filosofías / culturas

En las culturas orientales, como la china, la hindú y algunas otras, hallamos algunos conceptos filosóficos que aluden a esta idea. Por ejemplo en el taosimo el término Wu Wei describe un aspecto de esta filosofía que quiere decir no acción, simplificado, sin esfuerzo y crecimiento. Pero no se trata de no actuar sino de una forma natural de hacer las cosas, sin forzarlas. En la caligrafía Zen el Wu Wei ha sido representado como un círculo y también se lo asocia al agua. Aunque el agua es aparentemente pasiva y no posee voluntad propia ya que se amolda a su contenedor, posee la capacidad de erosionar una piedra, escurrirse, dividirse y volverse a juntar. Esa cualidad pasiva pero activa del agua es Wu Wei.

También en el I Ching (el libro de las mutaciones) hallamos algunos hexagramas como por ejemplo “La espera” o “El aquietamiento”. En el primer hexagrama encontramos la siguiente reflexión: “Cuando las nubes se elevan en el cielo es señal de que va a llover. En tales circunstancias, no puede hacerse ninguna otra cosa más que esperar, hasta que se precipite la lluvia. Lo mismo ocurre en la vida, en momentos en que se va preparando el cumplimiento de un designio.” En el segundo hexagrama, “el aquietamiento”, el libro sapiencial dice lo siguiente: “La verdadera quietud consiste en mantenerse quieto una vez llegado el momento de quedarse quieto, y en avanzar una vez llegado el momento de avanzar. De esta manera quietud y movimiento están en concordancia con los requerimientos del tiempo (…).”

Por su lado el hinduismo dice que “las almas que soportan la carga de la experiencia relativa y se fatigan moviéndose de aquí para allá, terminan por descubrir que no existe la felicidad ultérrima en el mundo de la ilusión, en los deseos ni en sus satisfacciones”.[1] Por eso nos propone  soltar el fruto de la acción, es decir, permanecer libre de los resultados de nuestras acciones con el fin de vivir exento de apegos. Es decir, no se trata de no actuar, sino de hacerlo entregándonos al conjunto de la vida, como quien decide no remar forzadamente y  eleva la vela de su barco dejándose conducir por el viento.

En el lenguaje simbólico del Tarot también hallamos la idea de la no acción. Se trata de un personaje suspendido en el aire, sujetado de un solo pie con sus manos aparentemente atadas. La inmovilidad en esta imagen pareciera haber sido provocada por un tercero, quizás a modo de tortura como en la antiguedad. No obstante en algunas cartas como las diseñadas por Rider Waite (versión de principios de 1900) el colgado aparece con una especie de aura que le ilumina la cabeza como si fuera un santo.

La imagen de esta carta se asemeja a la de un acróbata o un yogui en postura sirshasana (de cabeza) Esta postura de yoga se realiza para promover una mayor irrigación de sangre hacia el cerebro e invertir la circulación habitual, lo cual vivifica a todo el organismo. Desde hace muchos milenios los yoghis descubrieron los beneficios que se obtienen al adoptar esta posición sobre todo en el plano mental. Los hindúes por supuesto saben que la meditación no es pasiva; como diría Assagioli es una acción interior. No obstante, para nuestra visión occidental la imagen del Colgado nos produce la sensación de un sacrificio involuntario en el cual nos hallamos a expensas de las condiciones externas. El ego lucha por escaparse de este estado y lejos de aprovechar las condiciones para la introversión, culpa al destino, o quien crea depositario de todos sus males.

El concepto de Wu Wei en la Astrología

En la astrología, esta energía se encuentra representada por Piscis, Neptuno y la casa 12. Piscis es el último signo de agua y el último signo del zodíaco completando el círculo del mandala astrológico. Como tal implica un cierre y una liberación, la experiencia de lo transpersonal, o sea todo aquello que está más allá del ego.  Sin embargo, la renuncia Pisciana no implica un sacrificio desde el Yo, sino una comprensión profunda del movimiento de la vida en la cual todos nos encontramos conectados.

En lo personal cuando alguien posee su Sol o ascendente en Piscis, algún planeta en la casa 12 o un Neptuno emplazado en un lugar importante de la carta natal, se encontrará muchas veces con el aprendizaje del Wu Wei, ya que la acción en la no acción supone soltar el fruto y vivenciar el postulado bíblico «Hágase tu voluntad». Esto implica ni más ni menos que una comprensión profunda del orden y de la existencia de la energía, mucho más allá de la voluntad individual. El signo de Piscis remite por lo tanto al movimiento profundo de la vida.

La imagen de la no acción en los sueños

Según Jung, es a través de los símbolos que surgen espontáneamente del inconciente que logramos acceder a las diferentes partes de la personalidad. Los sueños compensan una actitud conciente sobre todo cuando esta es limitada y parcial. Si por ejemplo la actitud consciente de la soñante es voluntarista y omnipotente frente a un aprendizaje de casa 12, es probable que los sueños compensen esta actitud. En este sentido el análisis de los sueños colabora ampliamente con esta tarea ya que su interpretación, con relativamente pocas excepciones, es una respuesta a la pregunta: ¿cuál es la situación real del inconciente?

Aquí expongo un ejemplo de dos sueños que seguramente echarán luz a lo anteriormente expuesto. La persona en cuestión posee a su Sol en el signo de Piscis y en el momento del sueño en su Revolución Solar el ascendente se encuentra sobre su casa 12 natal.

En un primer sueño la soñante observa a  un hombre que es raptado y llevado en una camioneta. Luego los raptores le indican al hombre que se retire. La soñante observa cómo abandona la camioneta con sus brazos extendidos en forma de cruz. En ese momento la soñante piensa que se asemeja a Cristo.

En el segundo sueño la soñante se encuentra al aire libre. Repentinamente una jauría de perros viene hacia ella. Uno de los perros la muerde levemente pero ella no intenta defenderse, simplemente decide dejarse caer al suelo y relajarse lo máximo posible a través de la respiración. Al entregarse suavemente y sin temor los perros comienzan a llorisquear y lentamente uno por uno se retira. En la siguiente escena la soñante se encuentra con su padre. Él le dice que le gustaría poder hacer lo mismo que ella pero no sabe cómo hacerlo. La soñante le indica que la clave es relajarse y entregarse.

El primer sueño claramente señala que ha llegado el momento de la no acción, y la entrega. La cruz no solo simboliza el concepto cristiano del sacrificio sino también al número cuatro, un símbolo que alude a la cuarta naturaleza, y es según Jung una representación de la integridad del ser humano, el antrophos, el ser original y divino, como origen y como meta. Es decir, la cuaternidad como tránsito hacia una completitud psíquica.

En el segundo sueño hay una conformidad y acompañamiento consciente de la situación. La soñante ya no es una espectadora pasiva, muy por el contrario, pone el cuerpo, y asimila la experiencia.

La no acción y la psicología transpersonal

La astrología y también la psicología transpersonal y muchas de las filosofías más antiguas toman en cuenta al alma en todos sus aspectos. Estas miradas esotéricas y espirituales entienden que los momentos de regresión,  y “no acción” son tan importantes como la acción exterior. Carl Jung entre otros, experimentó y estudió esta condición a la cual denominó “vientre de la ballena”. Se trata de un estadio necesario para que el alma evolucione e incorpore aspectos negados de su personalidad; un movimiento de regresión en el cual la persona se siente en la oscuridad, como si hubiera sido devorada. Esta experiencia no resulta fácil de tolerar y el individuo que enfrenta este estadio puede muy bien caer en depresión. Sin embargo “es característico que mientras el héroe se halla engullido, el monstruo inicie el viaje nocturno por mar hacia el Este, es decir, hacia el levante, con lo que a nuestro juicio se denota el hecho de que la regresión no significa necesariamente un retroceso, en el sentido de involución o degeneración, sino más bien una fase necesaria del proceso evolutivo, en la cual el hombre carece, empero, de la noción del desarrollo, por encontrarse en una situación forzosa que se representa como si estuviera en un estado muy infantil y aún embrionario, es decir, en el propio vientre materno.”. [2]

Conclusión

En los estados de introversión en los cuales el alma se encuentra en aparente retroceso, existe la posibilidad de una transformación y evolución. Aunque esto no siempre se produce, porque la vida psíquica humana puede ser progresiva sin evolución, si se aprovecha este pasaje, el alma quizás aprenda a  rendirse al proceso. En esa instancia el círculo se cierra, el cuatro se convierte en uno y se comprende el postulado “hágase tu voluntad”. De esta experiencia nace un nuevo ser, más maduro, integrado y conectado con su esencia espiritual.

Nota publicada en la Revista Uno Mismo de Julio 2012. Todos los derechos reservados. Autora Bárbara Levis Stewart. Prohibida su reproducción sin citar fuente y autor.

[1] Sri Sankaracharya. La ciencia del auto-conocimiento.

[2] Carl Jung. Energética psíquica y esencia del sueño.

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